Bienvenidos a Bordo

Ante el vacío nosotros tomamos los riesgos, padecemos implacable el placer para sufrir o reír, con suerte ambas. Somos quienes pretenden el peligro domar y la belleza emancipar del devenir. Aquí estamos, somos los amantes y hacemos el amor posible.

Soy tu tigre.


De forma soez me encontraste escupiendo mis dientes, rebuznando por mi arruinada camisa atigrada, mi favorita.Te sonreí con la soltura que los golpes me permitían. Pensé tantas cosas ¡Dios, estabas divina! Aún recuerdo tus ojos ensanchados, clavados en mi desfiguro. ¿Qué tal muñeca? Te dije con sangre en la garganta. ¡No tengas miedo, esta aún es nuestra noche! Para acercarme a tu cintura tuve que aprender a caminar, de nuevo.

¿Te lastimaron? Tienes sangre en un costado. Dijiste alarmada.

Una hoja de acero, ¡maricas! -Rugí con rabia- ¿Y sabes qué es lo peor? Esas cosas apenas se comprometen con el dolor, un corte en la carne y terminas bailando como un principiante... dolor es sentir la mirada triste de mi princesa, eso es compromiso. Anda, dame un beso... bésame que me enfrío, bésame que me muero.

Tu palma reventó el hueso de mi alma. Tus ojos llameantes en cristal perforaron en el medio de mi pecho. El segundo más largo de mi vida, el dolor más agudo de mi vida. Apenas encontré explicación.

En la clínica sentí más odio que en la entraña de mis enemigos. Esa gente no entendió que venía del quirófano, sólo necesitaba paz y menos objetos punzantes en el cuerpo... ¿Quién fuerza sus heridas para cerrarlas? Médicos, son gente enferma.

No esculpiste frase alguna de regreso a casa.

Habías caído tan cansada, te miré por horas, oculto y sumergido, un invasor encogido en tu sillón tapizado en el perverso aroma de nuestros impulsos. Te pensé por años dentro de esas horas, tu cuerpo nebuloso yacía en la cama con la gracia de la sangre que brota debajo del agua. Agua profunda y el caudal mineral de tu espíritu. Y entonces las sentencias se revelan ante mis ojos tristes: soy la piedra bruta que el caudal de tu belleza privilegia con nuevas y blandas formas. La madrugada caía de forma distinta. El único sonido ambiental que palpita son la tensa electricidad en mi quijada y el sonido de la nevera. ¿Recuerdas la nevera? Tantas veces golpeé mi cabeza con ella, parecía que tú esperabas que ocurriese, muchas veces actúe para complacerte. Complacerte. Con el continente preocupado bajé la mirada para apreciar los cortes en mi carne y las arrugas en mis manos. Complacerte es mi razón, entendí, una fuerza poderosa.

La matutina molestia roja en los telones. Apenas los abro y la curiosidad de tu mirada me recibe. Te sonrío. En mi pecho late y has puesto tu cabeza para escucharlo. Eres mi tigre. Susurras con seguridad.

Soy tu tigre y tú el consuelo de una especie que se extingue.

2 comentarios:

Republique Amoureuse dijo...

¿Aún coincide con el mismo corolario?

Suya,
Lo.

· Almirante · dijo...

Absolutamente, Carlo. Uno del que me siento orgulloso y acaricio todos los días. ¿Tú no?

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