Bienvenidos a Bordo

Ante el vacío nosotros tomamos los riesgos, padecemos implacable el placer para sufrir o reír, con suerte ambas. Somos quienes pretenden el peligro domar y la belleza emancipar del devenir. Aquí estamos, somos los amantes y hacemos el amor posible.

África de las Heras.

Los camaradas lucen sombríos, hipnotizados por el ruido de este aparato. El aroma del aceite y nuestros pertrechos es penetrante... y es que Lubyanka nos mira con orgullo, espera que la lengua española sea la lanza en sus gargantas.
El salto llega, nuestro oficial nos mira con la severidad de un padre. Es tiempo. Me engancho para dejarme ir, así ha sido en los últimos años. Saltar. Saltos... sólo cambian los rostros, que también mueren. El fluir de la sangre ha sido más rápido que estos años, ya no me impresiona su carrera, pero apenas veo la roja flamear sobre el gris de la muerte, sonrío como niña.

Estoy cayendo, bendito suspiro. Me deslizaré entre la noche, los bosques serán mis cómplices. Meses, quizás años. Muertos y heridos, las balas nos asechan, lo veo en el brillo de la sangre. Han sido noches oscuras, apenas ese olor despierta emociones, nuestros ojos se han apagado. El sonido del aire estremece el rasgo femenino; Marko, sí... así te llamaré cuando te conozca, sé que existes; he de sobrevivir al infierno, apreso mi arma con la misma fuerza que solté mi alma. Vinnitsa, ahora soy tu hija, cuida de mí como yo de la madre patria, que mis hermanos, hijos de Iberia, puedan ver el próximo amanecer. Marko, espera a por mí.

El golpe contra el suelo ha sido terrible, pero ella sabe. Se mueve y sonríe.

***

África de las Heras, mujer forjada en hierro. Sobreviviente de todas las guerras, entregó su alma a la máquina soviética. Sirvió como profesional en México, Ucrania, URSS, Uruguay, España y otros países. Espía por naturaleza, su legado quizás no se perdió, pues la mujer valiente nunca muere.

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