Bienvenidos a Bordo

Ante el vacío nosotros tomamos los riesgos, padecemos implacable el placer para sufrir o reír, con suerte ambas. Somos quienes pretenden el peligro domar y la belleza emancipar del devenir. Aquí estamos, somos los amantes y hacemos el amor posible.

La frontera celeste.


Aparezco ante la noche apretando entre las piernas el dulce aroma de las criaturas asustadas, mis componentes no se entienden, mis ojos y explicaciones se retuercen, mi cuerpo flaquea: un organismo ajeno a la armonía de este lugar, sudar podría ser un sacrilegio, una invocación a la ira del misterio y su santuario. En el mundo donde vengo la soledad es incómoda, me alcanza el alma para sonreír tímidamente.... Y es que hay algo aquí.

Camino entonces entre el valle, grillos en rededor, su trinar es tan espeso como la hierba que hasta mis rodillas insiste una y otra vez con sutiles caricias vegetales que abren sus palmas tersas de inexacta forma hasta el horizonte, es un terrible oscuro, un horizonte-muro que ofrece un patrón indivisible, nocturno, iluminado por los sutiles dedos del Sol muerto y en el mar de estrellas salinas apenas flota silenciosa la luna, único cuarto de redención tendido en lo azul y en la familia de las cosas poco comunes en el encuentro de lo cotidiano. Con placer me ahogo en el vaporoso aroma cítrico que derrama a manera de canción el cuerpo de miles de plantas, es delicioso, su alegría compuesta en las cadenas de mi sangre impulsa el discernimiento y me pinta, me integra en la belleza de esta amable fantasía.

Envuelto en mi loto contemplo el trazo, lo pienso, la firma del pulso señala el nombre del autor. Los muros oscuros y celestes son la frontera de mi paraíso, es mi hogar. La soledad aquí es cómoda, tiene explicación y su llave es el sueño, remedio caprichoso, control de inercia. Y entre la fantasía encuentro inconexo mi paisaje, pues vierto mis aguas en mares estancos, profundidad dudosa, no consiento mis deltas; defraudo siempre las bebidas de mis arenas para ahogar detractores que al son de consecuencias reflejan en lo turbio mi rostro, el regreso de la memoria, es un paisaje más extenso. Curiosidad. En mi paisaje los árboles del instinto suelen ser más altos que los de la experiencia, abandono el loto y en el arribo encuentro luces que descienden sobre las que penetran la hierba, laderas lumínicas, ¿Son otras almas?

Esta es mi noche, mi esfera guarnecida por el cuerpo. Soy los retazos de los animales que en mí duermen, la última conexión con lo sagrado de la botánica interna que expresa lo externo, pues no entiende de otro idioma. Tierra de mi carne, espera el vínculo del cimiento y la ávida voluntad para crear los extractos y las mixturas de la pasión. Proclamo la fundación y la extensión de los dominios, no hay noche más oscura que esta noche y con el frío apenas luces en el horizonte. No hay noche más hermosa que esta noche.

Despertar, hermoso privilegio. Ahora.

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